Foto: AFA
Argentina se vistió con sus mejores galas y en el primer partido con público (hubo 21.000 espectadores en El Monumental) desde el inicio de la pandemia de coronavirus, goleó 3-0 a Bolivia, con tres conquistas de Lionel Messi, en una nueva fecha de las Eliminatorias, camino a Qatar 2022.
La albiceleste maniató a su rival que, con una disposición de cinco defensores, intentó cubrir el césped a lo ancho. Y raspó cuando se vio en situación complicada. Pero, así y todo, reinó el perfume de que, en cuanto la Argentina pudiera encontrar una grieta, iba a gritar.
Y sucedió a los 13 minutos, cuando Paredes cortó y cedió para Messi, quien se despojó de su marcador Luis Haquin con un caño y definió con un remate sutil, tomando a Carlos Lampe saliendo del arco. Fue una conquista especial para el capitán, de 34 años: se convirtió en el máximo anotador de las selecciones sudamericanas, superando ni más ni menos que a Pelé.
Argentina no aflojó. Siguió buscando, sin relajarse por la ventaja. A los 26 minutos, volvió a gritar, pero la acción quedó anulada por fuera de juego. Con paciencia e inteligencia, la Albiceleste dejó a Di María como extremo, quien soltó un centro de revés y de zurda, que encontró a un Lautaro Martínez oportuno, pero en offside. De todos modos, significó un síntoma del apetito de los dirigidos por Scaloni.
A los 38, una corrida eléctrica de la Pulga derivó en una cesión exacta para Lautaro, quien de frente al arco definió apenas desviado. Y a los 42, una hermosa combinación entre fideo y Messi terminó con un remate del ex Barcelona que mereció ser gol.
Bolivia, por su parte, sólo contabilizó una chance clara en toda la primera parte: Henry Vaca capitalizó un mal pase de De Paul, pero su tiro se marchó por encima del travesaño.
En la segunda parte, el conjunto del Altiplano intentó crecer desde un trato prolijo, aunque cansino, de la pelota. A Argentina, por momentos, la traicionó el vértigo, la certeza de sentirse superior y el deseo de definir el pleito en velocidad. Tanto fue así que Messi les pidió a sus compañeros volver a construir desde la asociación.
A los tres minutos, Paredes probó desde afuera del área y respondió Lampe. A los 12, el que lo imitó fue De Paul y su intento pasó cerca de un ángulo. A los 15, Messi pisó el área, cruzó el tiro y un rebote le impidió otra sonrisa.
Y a los 18 del complemento, el camino que marcó el capitán dio sus frutos. El 10 recibió de Acuña, armó una doble pared con Lautaro Martínez, lo favoreció un rebote, y resolvió para marcar el 2-0. Allí, ya no compartió la marca con Pelé: se la quedó en soledad.
El ingreso de Joaquín Correa le sumó cambio de ritmo y vivacidad a la ofensiva: dos veces estuvo a punto de convertir. El epílogo fue un vendaval argentino, que derivó en el triplete de la Pulga, luego de un remate de Paredes, a los 42 minutos. No apuntaba un hattrick desde febrero de 2020 ante el Eibar.
Pareció guionado. Una puesta en escena del destino. El 3-0 le dio paso a la fiesta, aunque, en realidad, el clima de celebración estuvo presente desde que los futbolistas vieron la decoración de los pasillos del estadio o del vestuario. Desde el calentamiento, con la sonrisa perenne de Messi. Y ni hablar después del desahogo, del llanto, del momento en el que la Copa América vio el cielo del hogar de River Plate, en las manos del capitán, el que más lo merecía.
Con 18 puntos, cinco victorias y tres empates, Argentina es escolta de Brasil en su vía hacia el Mundial. El escándalo de San Pablo quedó casi como anécdota, o como un tema a resolver más adelante, ajeno a los héroes, en el escritorio. Fue la noche que Argentina soñó durante 28 años de sequía. Y el anhelo de Messi que se hizo realidad.